miércoles, 2 de septiembre de 2009

el proyecto Mannahatta



¿Nunca te has preguntado cómo sería tu ciudad, la calle donde vives, el lugar sobre el que se levanta tu casa, hace cientos de años, antes de que el hormigón y al asfalto los transformase?
La verdad es que yo te lo pregunto como si yo me lo plantease cada mañana, pero he de confesar que ni se me había pasado por la cabeza, qué quieres que te diga... mis pensamientos matutinos no van mucho más allá de decidir qué me pongo o buscar una buena excusa para librarme de ir al curro... Vaya, lo he vuelto a hacer: soy un hacha cargándome mis propias entradas...

Los creadores del Manahhatta project muestran en su web cómo era la isla de Manhattan sobre el 1609, cuando la ciudad todavía no era una jungla de cemento sino únicamente una jungla, a secas.
Cuando las bestias salvajes (osos negros, pavos, ciervos, pumas, lobos, castores...) campaban a sus anchas entre castaños, arces, robles y nogales por lo que hoy es Harlem o Times Square.
Justo antes del 12 de septiembre de 1609, cuando los europeos de la época, con el explorador inglés Henry Hudson a la cabeza, pusieron el pie y más tarde arrasaron la tierra de los indios Lenape, a la que éstos llamaban Mana-hatta, o tierra de las muchas colinas.
Ay..., si los indios Lenape levantasen la cabeza... Bueno, supongo que probablemente se pillarían un perrito y lo engullirían curioseando los escaparates de la Séptima Avenida mientras silbarían el New York, New York de Sinatra...


Según Eric Sanderson, el geógrafo ecologista impulsor del proyecto, de haber permanecido intacto, el terreno sobre el que hoy se levanta Manhattan, sería la joya de los parques naturales, superando en biodiversidad a Yosemite o Yellowstone, con, por poner algunos ejemplos, más de 600 especies diferentes de plantas y más de 200 variedades de aves.


Por lo que leo aquí y allá, los británicos comenzaron arrasando gran parte de las marismas y pastizales de la isla, allanando a golpe de dinamita gran parte de las 500 colinas que la poblaban, hasta que a medida que fueron pasando los años se transformó en la lacónica (aunque práctica) rejilla urbana cuadriculada y cubierta de rascacielos que conocemos, con bosques arrasados, cauces naturales cegados, humedales rellenados...


Pero el proyecto de Sanderson (que reproduce fielmente el lugar gracias a antiguos mapas, dibujos y catas, entre otros) trata de ir en realidad bastante más allá de la mera curiosidad, instando a arquitectos y urbanistas a utilizar una ciudad tan transformada con Manhattan como ejemplo y referencia a la hora de construir nuevas y mejores ciudades, e insistir en que éstas no pueden crecer de espaldas a la naturaleza, sino que han de aprender de ella, imitarla.
Así, Sanderson defiende la idea de que estudiando el patrón de la isla, podremos comprender en profundidad los efectos de la huella humana sobre el paisaje, y elaborar así exhaustivos planes para futuros ecosistemas urbanos. Si de algún modo pudieran combinarse ambos, podríamos llegar a crear ciudades autosuficientes que pudieran perdurar eternamente.


Desde luego si hay una ciudad a la que sus habitantes amen tanto como para esforzarse en tratar de frenar el aparentemente imparable avance de las excavadoras, ésa es sin duda alguna Nueva York.
Lo demuestran "brotes verdes" como el magnífico High Line de Chelsea, un parque elevado construido sobre la vía de un viejo ferrocarril elevado del que estoy deseando hablaros; el cierre parcial al tráfico de Times Square del que ya os hablé aquí; la introducción de mejoras en el consumo energético del Empire State; los 650 kilómetros de carril bici de la ciudad (¡en tres años se ha incrementado el uso de la bici un 48%!); o el auge de iniciativas privadas como restaurantes en los que desde las construcciones y la energía empleada hasta los alimentos y bebidas son absolutamente consecuentes con el medioambiente.

¿Quién sabe? Tal vez el sueño de Sanderson de una Manhattan del 2409 cuajada de tejados verdes, no se trate después de todo de una utopía... Aunque siento cortarte el rollo: ni tú ni yo estaremos allí para darle o quitarle la razón...


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