viernes, 19 de junio de 2009

Singin' in the rain



Aparece en los primeros puestos de todas las listas de las mejores películas y musicales, y lo cierto es que ya solo por el infierno que supuso rodarla, se lo merece con creces...




La película se llamó así antes de que se hubiese previsto toma alguna bajo la lluvia. El tozudo productor Arthur Freed tenía compuesta una canción con ese nombre, y siempre había pensado en hacer una película con ella. Gene Kelly se opuso, porque le parecía una idea disparatada, y al final aceptó la idea a regañadientes. Entonces, se propuso crear un número de baile para ambientarla...

Para rodarla, el equipo técnico trabajó durante semanas y la productora invirtió algo más de 600.000 dólares, una quinta parte del presupuesto total.

Todo el rodaje de la película se llevó a cabo con un Gene Kelly obsesionado con la perfección, que machacaba a los bailarines y obligaba a los actores a repetir las tomas una y otra vez, de modo que por ejemplo, la protagonista, la novata Debbie Reynols, acabó con los pies sangrando después de la toma final del Good morning, y Donald O'Connor, tras la escena de Make'em laugh, acabó hospitalizado con lesiones y quemaduras por el roce de la moqueta (viendo el resultado nadie lo diría, eh?):



La inolvidable, versionada y recordada escena (cuya canción fue tarareada por ejemplo en una de las más impactantes secuencias de La Naranja Mecánica, aunque puedes ver otros ejemplos más agradables aquí, aquí y aquí y aquí) fue filmada en un estudio de California, cubierto por grandes telas que cubrían la luz para que pareciese de noche, y en cuyo suelo tuvieron que cavar agujeros para producir los famosos charcos.

La grabación fue ensayada durante semanas y jornadas de hasta 18 horas, y rodada finalmente en una sola toma, con un Gene Kelly que llegó al estudio con un impresionante resfriado y 40ºC de fiebre, y que se negó a aceptar la propuesta de Stanley Donnen de rodarla sin lluvia para que el bailarín no empeorase.

Al finalizar, el propio Kelly quiso que dos bailarinas de claqué, fuera de cámara, potenciasen el sonido de sus -a su juicio demasiado débiles- pasos, bailando también con los pies en el agua.

La lluvia artificial fue en realidad una solución salina a base principalmente de leche, para que pudiera ser captada a la perfección por la cámara. Kelly acabó con el traje, de lana, completamente encogido.

En fin, una maravilla.


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