martes, 4 de noviembre de 2008

Absenta: el hada verde



Convertida en el alucinógeno más fascinante del último cuarto del siglo XIX, genios y artistas como Picasso, Baudelaire, Van Gogh o Hemingway fueron grandes amantes de la absenta, una bebida con toques de romanticismo, decadencia y misterio que se convirtió en todo un símbolo del art noveau. Debido los efectos derivados de su alto contenido alcohólico (unos 90º), pero sobre todo a los altos índices de tuyona que presenta el ajenjo que la compone, Oscar Wilde dijo de ella "después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, se ven cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal como son. Y eso es lo más horrible que puede ocurrir".
El ocaso de esta bebida envuelta en leyenda y nostalgia llegó, como en todos los productos exclusivos, cuando el licor se convirtió en una bebida de masas, y cuando poco antes de la gran guerra las autoridades la prohibieron primero en Suiza, donde fue inventada, y luego en otros países (aunque en España o Inglaterra nunca lo hicieron). Hasta que a finales de los 90, con la mirada puesta en el nuevo milenio, la inquietud y la búsqueda de inspiración volvió a poner al hada verde de moda, aunque nunca llegó a cuajar del todo... Dicen que el rito lento y amargo de su ingesta posee un enorme potencial, provoca numerosas sensaciones asociadas, lleva a la desconexión de la vida cotidiana, y aumenta la profundidad de nuestros pensamientos, que es la bebida más apropiada para reflexionar sobre las cosas.
El ritual de su degustación pasa por depositar un terrón de azúcar en una cucharilla perforada, vertiendo unos 30ml. de absenta por encima, y a continuación 100 de agua fría, también a través del terrón, que luego ha de añadirse a la mezcla. Al principio estará turbia, pero aclarará al ser agitada lentamente... 
Que lo disfrutes!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué interesante, ¿la has probado?

Alabinbonban dijo...

La verdad es que no la he probado, y eso que tuve la oportunidad de hacerlo en Montmartre, qué mejor sitio para emular a los bohemios... Tengo que confesar que hasta hace poco tenía un concepto bien distinto de sus virtudes, y que el par de veces que ha surgido la oportunidad de probarla, ha sido, ahora lo veo claro, en espacios inadecuados o rodeada de perjudicados que sugerían su ingesta como un modo de aumentar los índices del ya de por sí excesivo colocón.
Les pasa por no informarse en alabinbonban...