domingo, 30 de noviembre de 2008
Arco iris
Google, trabajar en el paraíso


El tobogán conecta la zona de oficinas de la primera planta con la cafetería y el gimnasio. Para bajar a comer no hay que esperar al ascensor. A los recién llegados se les hace bajar por él para su presentación en sociedad. Tienen que llevar, también, un ridículo sombrero de colores durante unas horas.
La cafetería sirve desayuno, comida y cena preparados por cocineros contratados exclusivamente para el edificio. Hay comida para vegetarianos, dos platos principales, un buffet de ensaladas y toda la comida se intenta hacer con ingredientes locales.
Los niños son bienvenidos y tampoco es extraño que los ‘Googlers’ vayan al trabajo acompañados de su mascota. No hay guardería -aunque toda la oficina puede parecerlo, en ocasiones- pero sí una sala especial para cambiar a los bebés.
La buena comida gratis y el picoteo entre horas siempre hacen ganar a los recién llegados unos kilitos -se les conoce popularmente como ‘los siete de Google’-. El gimnasio de la planta baja es el lugar donde quemarlos. Por supuesto, es gratis.
La sala de masaje es casi un santuario. Los sillones vibradores son gratuitos. Los que da el masajista hay que pagarlos, pero están subvencionados y son muy económicos. La compañía regala bonos de masaje, además, en fechas señaladas.
En cada planta hay al menos dos áreas de descanso con comida y bebida -por supuesto, gratis-. Refrescos, zumos y café, mucho café, pero también cereales, chocolates, helado, patatas fritas, fruta y una amplia selección de snacks saludables que intentan compensar el exceso de carbohidratos.
Cada uno administra su tiempo y su trabajo como quiere. No hay horarios y en los descansos se puede jugar una partida al Guitar Hero, el billar o un juego de mesa. Los plazos de entrega y desarrollo, eso sí, hay que cumplirlos.
Esta barra, similar a la de las estaciones de bomberos, conecta la segunda planta con la sala de juegos. No hay que esperar al ascensor para divertirse unos minutos.
El espacio de trabajo es pequeño pero las áreas de reunión son muy amplias y temáticas. Esta cabina es de un auténtico teleférico y está situada en una planta decorada con fotos y objetos que recuerdan a una estación de esquí en los Alpes
A estas alturas debe estar preguntándose si en Google realmente se trabaja. Esta es un área de oficina convencional. Dos pantallas es el estándar -ahorra tiempo y aumenta la productividad- y los puestos se escogen libremente. No es raro que los ‘Googlers’ cambien de sitio de trabajo con frecuencia.
El servicio técnico está en un área del edificio decorada con ambiente hawaiano. Aquí se puede venir a buscar un cable o arreglar un portátil que falla. Las zonas de esparcimiento están repartidas por todo el edificio para que los ‘Googlers’ caminen y se vean las caras.
Las áreas de trabajo son siempre abiertas. Para tener privacidad durante una llamada hay que ‘encerrarse’ en una de las múltiples cabinas repartidas por el edificio. Todas las paredes del edificio tienen pizarras porque nunca se sabe en qué momento puede surgir una buena idea.
El salón de agua es una zona de paz y relajación en el edificio. Hay sillones de masaje y la iluminación es mínima. Es el lugar idóneo para echarse una siesta o descansar antes de una reunión.
Por supuesto, está prohibido utilizar el teléfono móvil o el ordenador portátil. La única actividad posible, además de descansar, es mirar los peces tropicales de los acuarios de la pared.
Las salas de reuniones del edificio tienen nombres sacados de series de televisión y películas famosas. Estos iglúes están en el área de la Guerra de las Galaxias y son auténticos refugios que han sido utilizados en misiones científicas en la Antártida.
Google es más que una oficina. Los trabajadores quedan en la sede para realizar actividades conjuntas y fiestas de forma periódica y no es raro encontrar grupos para prácticamente cualquier actividad o deporte, desde ciclismo hasta esquí alpino. Además del famoso 20% del tiempo de trabajo que cada uno puede dedicar a proyectos personales hay un 10% de libre disposición absoluta.
Los trabajadores pasan sólo una fracción de su tiempo en la mesa de trabajo. A menudo trabajan con el portátil en las zonas de descanso, en pequeños grupos. Esto favorece la creatividad y la sociabilidad.
La biblioteca es una de las salas más sorprendentes del edificio y la que mejores vistas tiene. Un área de descanso con una inmensa cocina y una chimenea ‘virtual’. Todo el mobiliario es reciclado o proviene de tiendas de segunda mano.
Si te he tocado mucho las narices, atrévete a echarle un vistazo a las ofertas actuales de trabajo en Google para hispanohablantes aquí. Si pinchas aquí, podrás conocer la experiencia de un español que consiguió entrar en Google. Otras curiosidades e informaciones sobre el trabajo en Google aquí y más ventajas asombrosas aquí.
Y muchas más imágenes aquí.
Calzada de los Gigantes


sábado, 29 de noviembre de 2008
Los puentes de Madison

Ana Beltrá en Luroa


Aaaaauuuumm...

Aún con lo rutinario del fenómeno, no sabemos casi nada sobre él. La función del bostezo es aún una incógnita para la mayoría de los científicos. Se han realizado algunas investigaciones, tras las que se han elaborado varias teorías que, te adelanto, no acaban de dar una explicación coherente a este singular comportamiento, y mucho menos del porqué de su contagio.
La teoría más extendida sobre su función (aunque cuenta con numerosos detractores) es que se trata de una maniobra respiratoria para que la sangre se cargue de más oxígeno y excrete CO2 en su paso por los pulmones. Cuando nos encontramos aburridos o cansados, respiramos menos profundamente que de forma normal. A la larga el cuerpo detecta estas pequeñas bajadas de oxígeno y aumentos de dióxido de carbono en sangre y responde con un bostezo, que hace que los niveles de estas moléculas en sangre se vuelvan a estabilizar. pero como decía, esta teoría no es aceptada universalmente...
Las razones para su contagio están todavía menos definidas. Algunos dicen que posiblemente se deba al "poder de sugestión”, y otros muchos que son un puro residuo ancestral y genético.
Diferentes teorías establecen que la razón de del contagio tiene que ver con la evolución. El bostezo sería el resultado de la sincronización de nuestro comportamiento con los cambios de alerta. Por ejemplo, tras un bostezo podemos incrementar nuestra tensión arterial y nuestra frecuencia cardiaca un 30%. De esta forma, no sólo nosotros conseguiríamos ser más conscientes de nuestro estado de alerta, sino que a su vez podríamos comunicarlo al resto del grupo con un simple gesto. Esta teoría sugiere que el bostezo sirve para sincronizar el comportamiento anímico entre animales gregarios de forma similar al aullido de una manada de lobos durante la luna llena. El bostezo entonces emitiría una señal de cansancio hacia otros miembros del grupo para sincronizar los patrones de sueño y períodos de actividad. En su ensayo "Adaptarse a la marea", Eduardo Punset sostiene que "los bostezos son un legado de nuestra condición animal anterior a la de humanos, que cumplían una finalidad social en el caso de los primates –transmitir la necesidad imperiosa de iniciar una acción colectiva y preventiva frente a intrusos-“.
Otra teoría, la menos probable, igual que la teoría de transición biológica, tendría un significado evolutivo. El bostezo se convertiría en un acto intimidatorio al mostrar los dientes a los individuos que le rodeaban, hace miles de años. El efecto contagioso de este fenómeno vendría a ser una respuesta refleja y vestigial a la intimidación provocada. Algo como “mira que piños que tengo”, ante lo que el del taparrabos de enfrente diría, “pues anda que los míos… mira, mira”.
Esta teoría explicaría por qué determinados animales bostezan, pero en el ser humano sería un mero reflejo vestigial (actualmente nuestros dientes distan mucho de ser intimidantes) o simplemente no tener nada que ver en ese sentido. Es difícil creer que cada vez que bostezamos estemos implícitamente intimidando o retando a los demás… Si bien es cierto que mis bostezos matutinos suelen venir de la mano de una mala leche considerable…
Otros suponen que el fenómeno tendría algo que ver con la diferente capacidad de cada individuo para imaginarse en la piel de otro y saber así qué quiere, qué sabe o qué intenta hacer éste. Los psicólogos llaman a esta capacidad teoría de la mente, porque requiere meterse en la mente de otra persona, metafóricamente hablando. Y también con la consciencia de uno mismo, puesto que no se puede leer la mente de otro sin estar acostumbrado a examinar la propia.
Dios, que agobio, debo de haber bostezado 317 veces en los últimos diez minutos… Supongo que eso debe demostrar que no soy esquizotípica, pero se me ha quedado la mandíbula totalmente desencajá...
Y tú ¿cuantas veces has bostezado mientras leías?...
viernes, 28 de noviembre de 2008
Salpica!
