sábado, 29 de noviembre de 2008

Aaaaauuuumm...


Aún con lo rutinario del fenómeno, no sabemos casi nada sobre él. La función del bostezo es aún una incógnita para la mayoría de los científicos. Se han realizado algunas investigaciones, tras las que se han elaborado varias teorías que, te adelanto, no acaban de dar una explicación coherente a este singular comportamiento, y mucho menos del porqué de su contagio.

La teoría más extendida sobre su función (aunque cuenta con numerosos detractores) es que se trata de una maniobra respiratoria para que la sangre se cargue de más oxígeno y excrete CO2 en su paso por los pulmones. Cuando nos encontramos aburridos o cansados, respiramos menos profundamente que de forma normal. A la larga el cuerpo detecta estas pequeñas bajadas de oxígeno y aumentos de dióxido de carbono en sangre y responde con un bostezo, que hace que los niveles de estas moléculas en sangre se vuelvan a estabilizar. pero como decía, esta teoría no es aceptada universalmente...

Las razones para su contagio están todavía menos definidas. Algunos dicen que posiblemente se deba al "poder de sugestión”, y otros muchos que son un puro residuo ancestral y genético.

Diferentes teorías establecen que la razón de del contagio tiene que ver con la evolución. El bostezo sería el resultado de la sincronización de nuestro comportamiento con los cambios de alerta. Por ejemplo, tras un bostezo podemos incrementar nuestra tensión arterial y nuestra frecuencia cardiaca un 30%. De esta forma, no sólo nosotros conseguiríamos ser más conscientes de nuestro estado de alerta, sino que a su vez podríamos comunicarlo al resto del grupo con un simple gesto. Esta teoría sugiere que el bostezo sirve para sincronizar el comportamiento anímico entre animales gregarios de forma similar al aullido de una manada de lobos durante la luna llena. El bostezo entonces emitiría una señal de cansancio hacia otros miembros del grupo para sincronizar los patrones de sueño y períodos de actividad. En su ensayo "Adaptarse a la marea", Eduardo Punset sostiene que "los bostezos son un legado de nuestra condición animal anterior a la de humanos, que cumplían una finalidad social en el caso de los primates –transmitir la necesidad imperiosa de iniciar una acción colectiva y preventiva frente a intrusos-“.

Otra teoría, la menos probable, igual que la teoría de transición biológica, tendría un significado evolutivo. El bostezo se convertiría en un acto intimidatorio al mostrar los dientes a los individuos que le rodeaban, hace miles de años. El efecto contagioso de este fenómeno vendría a ser una respuesta refleja y vestigial a la intimidación provocada. Algo como “mira que piños que tengo”, ante lo que el del taparrabos de enfrente diría, “pues anda que los míos… mira, mira”.

Esta teoría explicaría por qué determinados animales bostezan, pero en el ser humano sería un mero reflejo vestigial (actualmente nuestros dientes distan mucho de ser intimidantes) o simplemente no tener nada que ver en ese sentido. Es difícil creer que cada vez que bostezamos estemos implícitamente intimidando o retando a los demás… Si bien es cierto que mis bostezos matutinos suelen venir de la mano de una mala leche considerable…

Otros suponen que el fenómeno tendría algo que ver con la diferente capacidad de cada individuo para imaginarse en la piel de otro y saber así qué quiere, qué sabe o qué intenta hacer éste. Los psicólogos llaman a esta capacidad teoría de la mente, porque requiere meterse en la mente de otra persona, metafóricamente hablando. Y también con la consciencia de uno mismo, puesto que no se puede leer la mente de otro sin estar acostumbrado a examinar la propia.

Como curiosidad, y para terminar, añadir que psicólogos experimentales también sostienen que los individuos sometidos a estudio que menos bostezaban por contagio, y con menos teoría de la mente, es decir, con menos capacidad para meterse en la piel de otro, solían mostrar una personalidad esquizotípica: sentían una ansiedad mayor de lo normal ante cualquier situación social, tendían a creer en cosas extrañas o mágicas, carecían de amigos muy cercanos y rara vez manifestaban un afecto muy efusivo.

Dios, que agobio, debo de haber bostezado 317 veces en los últimos diez minutos… Supongo que eso debe demostrar que no soy esquizotípica, pero se me ha quedado la mandíbula totalmente desencajá...

Y tú ¿cuantas veces has bostezado mientras leías?... 

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