viernes, 29 de mayo de 2009

Sidewalk psychiatry


Imagen de la serie neozelandesa Flight of the conchords, de la que no he visto nada pero he leído buenas críticas. No tiene mucho que ver con esta entrada,
pero le pegaba al título, que significa psiquatría de acera.

Los peatones nos encontramos a menudo en un estado de profunda reflexión. Los aparentemente insustanciales momentos en los que nos desplazamos, caminando solos, por las calles, los dedicamos frecuentemente a cosas como intentar recordar si desenchufamos la plancha o que se nos han acabado los cereales, pero también a reflexionar sobre el futuro, o a repasar aquella frase que oíste u ojalá nunca hubieras dicho durante la cena de ayer.

Consciente de cómo los horarios y las prisas cada vez nos dejan menos espacio para la meditación callejera, la artista y diseñadora Candy Chang decidió estimular nuestros andares meditabundos y escribir mensajes en el asfalto neoyorkino que tal vez nos pudieran servir de empujoncito en nuestros momentos de introspección.

Autoevaluación en tránsito.

Entonces, ¿por qué lo haces?

¿Tendrá que ver con tu infancia?
(con ésto, como con la autoestima baja, nunca fallas)

¿Sabe ella cómo te sientes?

¿Y de quién es la culpa?


A veces no nos viene mal que alguien imparcial, aunque sea encarnado en letras sobre el asfalto, nos ayude a tomar decisiones, a salir del atolladero sin meterse demasiado en nuestros asuntos, o simplemente a recordarnos que tenemos que sonreír más.

Yo me encuentro con esta verdad cada mañana, cada vez que hecho un vistazo por el balcón de la oficina, y veo con más detalle del que quisiera el interior de las habitaciones de la clínica que hay enfrente. Aunque veo todas las habitaciones a la vez, éstas están separadas por paredes, así que pienso en cuánto podría aliviar cada drama particular si pudieran compartirlo y unirlo en uno sólo, tal y como yo los veo desde mi balcón. Aunque no suelo asomarme, a veces cuando lo hago veo caras alegres haciendo las maletas de vuelta a casa, o globos de helio y enormes ramos de flores con cajas de bombones. Pero la mayoría de las veces veo caras tristes, caras de pacientes y de visitas que intento no memorizar. Se asoman a la ventana y aunque miran con los ojos muy abiertos no ven nada. Les veo preocupados, mirando el reloj, deseando que avance el tiempo, matándolo asomaditos a la esquinita de las ventanas mientras ocultos bajo las cortinas, dan rápidas caladas a cigarros furtivos. Y es entonces cuando me encantaría poner una pancarta enorme en mi barandilla (no te rías, Iván) contándoles que se van a poner buenos, proponiéndoles un acertijo cada mañana, o pidiéndoles que no se machaquen pensando en las visitas que esperan y no reciben.

Lo dejo que me estoy poniendo tonta.

Todo ésto me ha recordado otra intervención similar en la que pintaron en el suelo mensajes como contagia tu risa, sonreír es gratis, ¿hace cuánto que no te ríes? o jajajaja. Así hasta el más cabizbajo podría leerlos y proponerse sonreír más. También les ponían post it a la gente dedicándoles piropos o mensajes agradables. Todo por arrancar una sonrisa.


¿No te encanta?



Otro proyecto parecido aquí.

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